sábado, 15 de febrero de 2014

Déficit de atención e hiperactividad: “el TDAH” Al menos desde los años 90 una de las enfermedades infantiles diagnosticadas con mayor frecuencia ha sido el trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Se trata de un trastorno psicológico que afecta entre el 3 y 5% de la población infantil, según lo informa el Manual de diagnóstico y estadística de enfermedades mentales DSM-I (1995). En Chile, no existen estudios sistemáticos, ni instrumentos validados que entreguen este tipo de información en edades tempranas aunque se ha observado una prevalencia mayor de un 5 por ciento en la población menor de 18 años. En años recientes el diagnóstico ha sido profundamente cuestionado, tanto en términos neurológicos como éticos, Dichas dudas se agudizan ahora que se ha dado a conocer la confesión de quien en la década de 1960 definió el TDAH, el psiquiatra estadounidense Leon Eisenberg, quien poco antes de morir aceptó que el diagnóstico fue una invención médica y, por lo tanto, el TDAH es “un ejemplo de enfermedad ficticia” Esta afirmación, hecha por el destacado médico, fue publicada por el semanario alemán ‘Der Spiegel’. La labor de Eisenberg fue crear supuestas pruebas de que la falta de concentración de un niño tenía orígenes genéticos que, con todo, podrían corregirse al suministrar un fármaco. Sin embargo, a mediados de 2009 reveló que, si el TDAH existe, este debería relacionarse con las circunstancias psicosociales del menor. La gran estimulación a la que se ven sometidos los niños desde muy temprana edad hace que presenten necesidades pedagógicas diferentes a las clásicas, en muchas ocasiones la escuela no se encuentra preparada para acoger y contener a este tipo de niños por la elevada demanda de atención que presentan optando por la derivación a un profesional de la salud mental. Es necesario por parte del educador un manejo que se caracterice por reconocer y valorar las potencialidades especiales que este tipo de niños presenta, además la escuela debe poder ofrecer actividades que satisfagan su inquietud y alta actividad, por otro lado hay que tomarse el tiempo de determinar las razones psicosociales que pueden producir este tipo de problemas de conducta (discusiones en la familia, separación de los padres, problemas en la escuela) pues cómo reza el proverbio: “el remedio puede ser peor que la enfermedad”. Víctor Rodríguez Sánchez Psicólogo Clínico Jefe de Carrera de Psicología UAC